¿De qué color corriges? La ciencia sobre los colores en la evaluación

Cuando corregimos un trabajo, un examen o una redacción, a menudo lo hacemos sin pensar demasiado en el color del bolígrafo. Pero ¿y si te dijera que el color que usamos para corregir puede influir en cómo el alumnado percibe el feedback… e incluso en cómo rinde académicamente?

La investigación educativa en los últimos años ha puesto bajo la lupa algo tan aparentemente simple como esto. Y los resultados son tan interesantes como prácticos para quienes estamos en el aula.

¿El rojo corrige… o castiga?

Uno de los colores más habituales para señalar errores es el rojo. Y no es casualidad: es un color que capta la atención, resalta fácilmente y se ha asociado durante décadas con la corrección escolar. Pero la ciencia tiene algunas advertencias.

Un estudio publicado en The Social Psychology of Education encontró que cuando los comentarios se escribían en rojo, el alumnado percibía al profesor como menos cercano y menos motivador. Es decir, el rojo no solo señala errores, sino que puede activar emociones negativas como ansiedad o frustración.

Otros estudios han confirmado que el rojo intensifica la atención a los errores, sí… pero también puede reducir el rendimiento cognitivo, especialmente en alumnado más joven o masculino. Parece que activa, de forma inconsciente, asociaciones con el fracaso.

¿Hay alternativas?

Sí. Los colores más neutros o positivos (como el azul verdoso, el verde o incluso el negro) no despiertan tantas emociones negativas. De hecho, se ha observado que cuando se da feedback en colores más suaves, la percepción del docente mejora, y el mensaje se recibe de forma más constructiva.

Un estudio realizado con estudiantes de inglés como lengua extranjera (EFL) descubrió que utilizar diferentes colores para marcar distintos tipos de errores ayudaba a reducir errores gramaticales y mecánicos. Es decir, un sistema de codificación por colores puede ser más efectivo que usar un único color.

Color, contexto y cultura

En algunos contextos culturales, como en Japón, el rojo no siempre tiene connotaciones negativas: se asocia también a sellos de validación y celebración. Por eso, es importante tener en cuenta el entorno cultural y las características de nuestro grupo.

Además, el impacto del color puede variar por edad, género y tipo de tarea. No es lo mismo corregir una redacción creativa de Primaria que un examen de Bachillerato. Por eso, adaptar el uso del color a cada situación es una estrategia clave.

¿Cómo aplicar esto en clase?

Aquí van algunas ideas prácticas:

  • Evita el rojo como único color. Úsalo con moderación, especialmente si estás corrigiendo a alumnado sensible o poco motivado.
  • Crea un sistema de colores: por ejemplo, verde para lo que está bien, amarillo para mejorar y rojo solo para errores importantes.
  • Permite la autoevaluación con colores: los propios estudiantes pueden identificar sus aciertos y errores usando lápices de colores, fomentando la metacognición.
  • Explícales el sistema: si usas varios colores, es importante que sepan qué significa cada uno.

Conclusión

La evaluación no es solo un acto técnico, sino también comunicativo y emocional. Y el color que usamos para corregir forma parte de ese mensaje. Usarlo con intención puede marcar la diferencia entre una corrección que desmotiva y otra que impulsa el aprendizaje.

Así que la próxima vez que cojas el bolígrafo rojo… piénsalo dos veces. Tal vez el verde tenga algo que decir.

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