
Hoy día, es habitual que niños y jóvenes participen en múltiples actividades fuera del horario escolar: deportes, idiomas, música, artes, apoyo académico, etc. Estas experiencias aportan beneficios importantes: desarrollo social, físicos, habilidades cognitivas y oportunidades de crecimiento personal. Pero ¿qué ocurre cuando la suma de actividades comienza a saturar?
Lo que dicen las investigaciones
En España, un estudio de la Universidad de Granada advierte que ya entre un 8 % de los niños y hasta un 20 % de los adolescentes experimentan ansiedad y estrés ligados al exceso de actividades extraescolares. Los síntomas físicos y psicológicos incluyen dolores (cabeza, estómago), problemas para dormir, irritabilidad, dificultad para relajarse.
En Inglaterra, la investigación de Wheeler et al. (publicada en Sport, Education and Society) entrevistando a familias con niños de primaria encontró que el 88 % participaba en actividades organizadas 4-5 días a la semana, y más de la mitad hacía varias actividades por la tarde. Este ritmo dominaba la vida familiar, reduciendo su calidad, agotando los recursos económicos y de energía de los padres, y provocando que los niños llegaran a casa tarde, cansados.
Estudios longitudinales también muestran que el modo en que los adolescentes usan su tiempo en el instituto tiene efectos que se extienden hasta la adultez: demasiado tiempo estructurado puede restar espacio para amistades, sueño y ocio, lo cual impacta en bienestar psicológico a largo plazo. Un estudio más reciente analiza el “coste de oportunidad” de dedicar muchas horas a actividades de enriquecimiento —su influencia sobre habilidades cognitivas, pero también su interferencia con el descanso, la socialización y otros aprendizajes informales.
Cómo afecta la saturación
- Estrés crónico: cuando los compromisos diarios no dejan margen para relajar cuerpo y mente.
- Rendimiento académico debilitado: tareas, deberes y estudio pueden resentirse si los estudiantes están agotados o con horarios muy fragmentados.
- Pérdida de tiempo libre: juego no estructurado, creatividad, tiempo de reflexión son reducidos, afectando la capacidad de autoregulación, la imaginación y el desarrollo emocional.
- Reducción del tiempo familiar: cenas apresuradas, horarios imposibles, menor comunicación, menor conexión emocional. Esto puede generar sentimientos de desconexión o presión familiar.
Recomendaciones prácticas
- Limitar el número de actividades extras: elegir 2-3 que verdaderamente le interesen al niño.
- Espacios obligatorios de descanso y juego libre, sin estructura.
- Reservar noches “familiares” o fines de semana sin muchas actividades externas.
- Supervisar señales de estrés: cansancio, mal humor persistente, rechazo hacia actividades que antes disfrutaba.
- Coordinar padres, escuela y actividades extracurriculares para evitar solapamientos y sobrecargas.
Conclusión
Las extraescolares pueden enriquecer, motivar y aportar muchas oportunidades, pero solo si están equilibradas con descanso, tiempo libre y convivencia familiar. Cuando el calendario del alumnado está saturado, los costes pueden ser demasiado altos: estrés, menor bienestar, y menos espacio para lo esencial. No siempre más es mejor; a veces, menos —pero auténtico— es justamente lo que necesitan.